sábado, 12 de abril de 2008



Los años me dieron la oportunidad de gozar y llorar, reír, sufrir y amar, y ahora, el entendimiento para hacer veredas con las piedras del camino, también aprendí que debo levantarme cada vez que tropiezo, volar más alto y así poder ver lo que hay del otro lado de la barrera.
Mis arrugas de a poco se van volviendo experiencia, y en ellas, voy conociendo el valor de mi interior para enfrentarme a mí mismo y aceptarme como soy, con todas mis virtudes y desaciertos, saber que cuando se cierran puertas hay ventanas que se abren.
No perder la fe, aún cuando mi amiga más cercana sigue siendo la soledad, mantener la esperanza y las ilusiones y en cada mañana dar gracias al despertar por vivir un instante más.
He tenido que armarme de paciencia, caminar despacio pero con paso firme, salir al encuentro en vez de esperar llegar. La esperanza me la han dado todos aquellos que con su amor, su apoyo y su aliento me animan a salir adelante y no verme vencido.
A los espíritus que me susurran historias y están a mi lado. A mi madre donde quiera que esté por el don de la vida y su ejemplo de fortaleza. A aquella porción de mi familia que quiso quedarse a mi lado extendiéndome sus manos. A mis amigos de tiempo y a los nuevos que aún siguen conmigo, por estar en los momentos difíciles, por su cariño y sus oraciones. Pero sobretodo al amigo que nunca me abandonó a pesar de que a veces pensé lo contrario, a Dios, que entre otras cosas me ha regalado la música como puente de comunicación entre los dos.
Que él nos bendiga a todos. AG 2008

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